En general, cuando a la gente se le habla de biología le viene a la mente las imágenes de la sabana africana o la selva tropical y de un tipo con camisa, pantalones cortos color caqui y un salacot. O el frío y aséptico ambiente de un laboratorio de genética, donde algunos tipos canosos y con gafas, vestidos con batas blancas, vierten líquidos misteriosos y humeantes en matraces, mientras extraños seres flotan en burbujeantes botes conectados a cientos de cables.
De hecho, los mismo biólogos también evocamos imágenes similares, algo más realistas (o no :P), cuando pensamos en nuestro trabajo. Pero ninguno piensa en un ordenador, un montón de papeles garabateados, una pila enorme de libros y una taza de café humeante. Y la verdad es que estos atestados escritorios suelen ser escenarios muy comunes para cualquier biólogo, se dedique a la rama que se dedique 😛
Una visión más realista
Sï, a todos nos gusta el campo o el laboratorio, según a lo que nos dediquemos. Pero debes saber que hay mucho trabajo fuera de esas fronteras. Un trabajo que te mantendrá pegado a tu escritorio más tiempo del que te imaginas, más del que te gustaría. Pero hay que reconocer que también tiene su encanto. A veces incluso se agradece poder desconectar de las largas y agotadoras jornadas camperas o las interminables horas de laboratorio y pasar un rato sentado en el despacho.
Aunque a priori no sea una parte tan atractiva, el trabajo de oficina es muy importante, fundamental incluso. Y es que es la base sobre la que se apoya cualquier proyecto, y también el paso final, con la difusión de los resultados obtenidos. Como te he comentado muchas veces ya, el fin último de la ciencia no es sólo descubrir nuevas cosas, sino difundirlas. De nada sirve el mejor estudio del mundo, unos resultados que cambiarían nuestra visión del mundo si no salen del cajón de tu escritorio o de tu cuadernos de notas.
La elaboración de un proyecto
Si quieres conseguir dinero para investigar necesitas presentar un proyecto sólido, interesante y atractivo. Y eso no se construye en una tarde. Hay una enorme labor de gabinete detrás de esos proyectos, así como una importante análisis bibliográfico para escribir una buena introducción y establecer una buena base para todos tus argumentos.
Necesitarás dominar todo lo fundamental del campo en el que vas a trabajar, así como de la biología y la ecología de la especie con la que estás trabajando. Y, dado que es difícil que uno pueda saber todo de todo, tendrás que tirar de libros, artículos y tus propios conocimientos para demostrar que sabes de lo que hablas 😉
Normalmente ese proyecto va a ser examinado por un comité de expertos que serán quienes decidan si te concederán esos fondos tan necesarios para tu investigación. Tienes que exponerlo todo de forma clara y concisa, y buscar un enfoque atractivo e interesante. Es el paso previo y fundamental para poder investigar, así que no te lo puedes tomar a la ligera. Imagina pues la importancia de este trabajo de oficina y si merece dedicarle o no todas las horas que sean necesarias.
La elaboración de memorias técnicas
No sólo tendrás que escribir un buen proyecto, sino que periódicamente tendrás que ir dando cuenta de tus avances, de los resultados conseguidos, del ritmo al que avanza el trabajo. Y si no quieres que te corten el grifo y te quedes sin dinero tendrás que tomártelo muy en serio.
Cuanto mayor sea la cuantía de tu proyecto, mayor será el seguimiento que hagan del mismo. Así que tendrás que irte acostumbrando a pasar largas horas sentado, en compañía de tu ordenador y de esa buena taza de café 😉
Publicando los resultados
Ya sea en la empresa privada (como en el caso de una consultoría medioambiental) o en la esfera académica tendrás que publicar los resultados obtenidos. Tanto si es para justificar el trabajo que has estado realizando para una empresa o para la administración pública como si es para comunicar los resultados y conclusiones de tu estudio a la comunidad científica, vas a tener que pasar mucho tiempo dándole a la tecla.
Elaborar informes y artículos es todo un arte que conlleva un enorme esfuerzo, desde la creación de una bibliografía sólida hasta desarrollar una buena argumentación en las conclusiones o una excelente introducción que ponga en contexto tu trabajo. Por no hablar de los abstracts y los títulos, que si bien en la empresa privada no son tan importantes, en ciencia puede suponer la diferencia entre que tu artículo sea citado y leído o caiga en el más triste de los olvidos.
En investigación no eres nadie si no publicas; en la empresa privada los contratistas no te pagan si no haces buenos informes finales. Así que el de gabinete es un trabajo al menos tan importante como el de campo, aunque generalmente no sea tan entretenido.
Pero tienes cosas buenas…
Yo soy un biólogo de campo, de bota, como se suele decir, en contraposición a los de bata o de laboratorio. Me gusta estar al pie del cañón, sobre el terreno, y nunca he tenido demasiados problemas con las largas jornadas de campo. Las disfruto enormemente. Pero hasta el trabajo más maravilloso y vocacional puede volverse cargante o agotador cuando no está balanceado. Y un exceso de campo también termina minando tu resistencia y hasta tu ánimo.
Sí, ahora estarás diciendo que a ti no te pasaría eso, que te apasiona. Pero créeme, tarde o temprano te terminará cansando y hastiando. Por eso debe haber un equilibrio. Y el trabajo de oficina es el contrapunto perfecto. Te lo digo por experiencia. Durante mi trabajo en la consultoría medioambiental pasaba la mayor parte del tiempo en el campo, en Portugal. Semanas y semanas, hasta meses seguidos. Y cuando me daban una semana de oficina lo agradecía. Y mucho. Aunque a los 3 ó 4 días ya estaba deseando volver a la acción y salir de esas cuatro paredes 😛
Además, este tipo de trabajo te permite no sólo afianzar conocimientos, sino aumentarlos, descubriéndote nuevos campos de estudio que te pueden resultar muy interesantes en tu línea de investigación actual. A mi me gustan mucho las búsquedas bibliográficas, aunque también las considero agotadoras. Y aunque me da un poco de pereza empezar una, en cuanto me pongo a ello me resultan la mar de entretenidas. Y cuando te das cuenta empiezas a controlar de un tema del que un par de días antes no tenías ni más remota idea. Y eso mola 😉
Concluyendo
El trabajo de campo (o de laboratorio) y el de gabinete son dos caras de la misma moneda, los dos pilares que sostienen tu trabajo. Si uno falla, todo se irá al carajo 😛 Y por muy divertido que sea uno, de nada sirve sin el otro. Así que no lo descuides. Ten presente que si te dedicas a esto tendrás que echar muchas horas tomando notas delante del ordenador o en la biblioteca. Asúmelo y aprende a disfrutar de este otro ámbito de la ciencia 😉
Es bueno tener la imagen completa antes de meterte en esto. La realidad, a menudo, tiene poco que ver con lo que imaginamos, así que te ahorrarás futuras decepciones. Porque tanto el uno como el otro forman parte del ADN del biólogo, de nuestra profesión, y como tal aprenderás a apreciar el trabajo de oficina o, como poco, a tolerarlo 😛
Y hasta aquí llega el artículo de hoy. ¿Qué te ha parecido el post? ¿Te gusta el trabajo de gabinete? ¿Qué balance o qué porcentaje de uno y de otro crees que es el más adecuado? Me encantaría saber tu opinión 😉
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