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Y ahora toca ver el lado oscuro de los voluntariados. Porque no es oro todo lo que reluce y lo que te venden como una maravillosa oportunidad de aprender y conseguir experiencia no siempre es lo que parece ser.

5 razones por las que detesto los voluntariados

Se ha creado toda una mafia alrededor de los voluntariados ambientales en los últimos años. Y, absurdamente, hemos llegado a un «autointrusismo profesional» que roza lo irrisorio. A continuación te detallo por qué pienso todo esto…

1. Aprendes poco y mal

En algunos sitios aprovechan la remesa de voluntarios para hacer todas esas tareas tediosas que el personal fijo odia hacer. Esto puede ir desde pasar interminables listas de datos a Excel o acarrear el equipo sin que puedas trabajar activamente en el proyecto hasta dedicarte a traer cafés. Hasta las tareas más aburridas forman parte también del trabajo de un biólogo y conviene coger experiencia. Pero no hay que confundir el realizar tareas aburridas que todo el mundo tiene que hacer alguna vez con que te dediquen exclusivamente a ellas. Nadie se debería aprovechar de la voluntad y el esfuerzo sincero de un voluntario. Nunca.

2. Las organizaciones abaratan costes

Está muy bien eso de tener mano de obra barata cuando no hay muchos fondos o el proyecto es muy grande. Y está bien echar una mano de gratis cuando la causa lo requiere. Pero lo que no es de cajón es que proyectos financiados con fondos estatales, europeos o de la agrupación de países de turno se dediquen a tirar de voluntarios para hacer el trabajo que debía estar realizando profesionales cualificados. Esto genera no sólo un intrusismo laboral y un sabotaje a nuestra propia profesión, sino que además provoca que los datos recogidos sean de dudosa y desigual calidad, puesto que no todos los implicados tienen la misma experiencia (a veces ninguna) en el ámbito de trabajo. Hay instituciones que no pueden permitirse contratar más gente por falta de fondos, pero otras simplemente se aprovechan del tirón del voluntariado para ahorrarse unos cuantos contratos. Ésta es una práctica común que debería legislarse y controlarse.

3. Hundimiento personal

En una situación laboral como la actual es fácil caer en la «trampa del voluntariado«. Consiste en empezar a hacer voluntariados, primero con la intención de irnos formando (cosa loable y que yo mismo he hecho) pero después vamos enganchando de voluntariado en voluntariado, aunque ya no nos aporte nada a nivel profesional ni personal, simplemente porque no tenemos nada mejor que hacer. Esto no hace sino fortalecer el que los distintos organismos sigan usando a los voluntarios para realizar labores propias de un biólogo cualificado (¡y pagado!) pero sin aportar ni un euro. Nos estamos tirando piedras sobre nuestro propio tejado. Una vez que el voluntariado deja de aportarnos cosas útiles hay que dejarlo. Una vez que nuestra experiencia merece ser pagada (como cualquier otro trabajo) debemos exigir que se nos pague. Nadie intenta que un arquitecto haga una casa gratis, ni un médico que opere por amor al arte, ni un abogado que defienda sin recibir sus honorarios. Pero los biólogos, como lo nuestro es muy vocacional, parece que no merecemos que nos paguen por nuestro trabajo. Una de las frases que más odio es

Si a ti te gusta el campo. Eso no es trabajo

Parece que por el mero hecho de disfrutar con lo que hacemos no merecemos cobrar por ello. Me encantaría ver a toda esa gente haciéndose 18 km diarios por caminos de cabras, o haciendo jornadas de 13 ó 14 horas de campo día tras día. Seguro que cambiaban de opinión 😛

Con esto tampoco digo que haya que dejar de hacer voluntariados definitivamente. Pueden seguir aportándote valor en forma de contactos, experiencias en campos poco conocidos o viajes y estancias muy baratos en el extranjero. Pero te aportan algo. Cuando no sea así, déjalos pasar 😉

4. Usan un reclamo llamativo y pero el trabajo no tiene que ver con eso

¡Trabaja con hienas! ¡Conoce la selva! Y tú piensas «¡Fabuloso! Voy de cabeza«. Pero cuando llegas allí resulta que el trabajo de campo ya ha sido hecho, y que sólo te toca pasar datos. O tus paseos por la selva se reducen a un día a la semana, mientras el resto del tiempo es trabajo de gabinete (que también es necesario, pero joder, no prometas cosas que no son). Infórmate bien de las tareas que vas a realizar y no te dejes engañar por un envoltorio brillante. Sé claro y pregunta las labores que llevarás a cabo antes de ir para no crearte unas expectativas falsas.

5. Trabajar gratis y encima costearse la estancia

Tristemente, cada vez son más y más comunes los «voluntariados» en los que no sólo cedes gratis tu trabajo, sino que encima tienes que pagarte no ya el viaje, sino la estancia. Tienes que pagar por la manutención, el alojamiento y, a veces, una tasa diaria por estar en determinada área protegida. A cambio te ofrecen «experiencia», «vivencias», «un enclave privilegiado»… Pamplinas. Lo mínimo necesario para considerar un voluntariado como tal es que a ti no te cueste dinero. ¡Faltaría más! Para mí, a eso se le pueden llamar de muchas maneras, pero no es un voluntariado.

Éste ha sido mi vistazo a la cara B del voluntariado. Con esto no te quiero desanimar, ni mucho menos. Ya has visto que los voluntariados tienen cosas muy positivas. Y mi experiencia siempre ha sido buena. Excelente en algunos casos. Y conozco algunos ejemplos de buenos programas de voluntariado. Pero no siempre es así. Simplemente es cuestión de que los uses sabiamente. No te dejes engañar y, como siempre, disfruta. Y cuando dejen de serte útiles, cuando ya no aprendas nada, déjalos. Y sé el profesional que realmente serás para entonces. Hazte valer y lucha por nuestra profesión 😉

¿Qué te ha parecido mi listado? ¿Has tenido alguna mala experiencia en algún voluntariado? Si es así, compártela con nosotros y evita que a otros les pase.

¡Un saludo!

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Sobre mí

Biólogo, lector y curioso, siempre. Viajero, escritor y fotógrafo aficionado en los ratos libres. Y mientras tanto, ayudo a jóvenes biólogos en mi blog "El Bichólogo

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